8.12 am. Hora punta en el metro. Veo, veo… ¿Qué ves? Pocas palabras y mucho tecleo. Personas de todo tipo. Sentadas, de pie, agarradas a la barandilla… de diferentes edades con diferentes destinos. Veo móviles, tablets, ordenadores y pulgares que no descansan.
Es un hecho. Las redes sociales forman parte de nuestras vidas como el comer, beber o dormir; difícilmente podríamos vivir sin ellas. Avanzan a la velocidad de la luz, sin frenos y a lo loco.
Y precisamente “locos” es lo que dicen volverse algunos padres, cuando perciben que la vida de su hijo debería recogerse bajo el título Érase un adolescente a un móvil pegado. Temen que su excesiva dedicación al mundo virtual termine desembocando en problemas relacionales o en la pérdida de recursos personales para afrontar su día a día.
Así, son muchos los que demonizan este nuevo estilo de comunicación: “se pasa todo el día con la maquinita”, “ojalá empleara tanto tiempo en estudiar como con el móvil”, “pero hijo, ¿qué haces hablando con Jaime si lo has visto hace media hora?”; considerando incluso paradójico que nos encontremos en la supuesta Era de la Comunicación.
Lo cierto es que considerar las redes como parásitos de la sociedad no ayuda a aceptar que ya forman parte de una realidad. Al fin y al cabo, no dejan de ser una herramienta que les posibilita poner en práctica sus habilidades sociales, así como acceder a una infinidad de conocimientos, noticias e información a tiempo real.
El truco del almendruco reside en su modo de empleo, es decir, exprimir bien su jugo a través un buen uso. ¿Cómo, cuándo, por qué? No despegues tus ojazos de la pantalla, desde El Viso Psicólogos, te indicamos cómo educar para que ésto sea posible:
- Mírate al espejo. Sí, has entendido bien. ¿Cuántas veces compruebas tu WhatsApp en un día? ¿Podrías contar las ocasiones en las que has cogido el móvil en presencia de otras personas, aislándote por completo? No olvides que eres un modelo para tus hijos, por lo que debes predicar con el ejemplo. ¿Querías escaquearte, verdad? No te libras.
- Papelera de reciclaje y un click en actualizar. Cambia tu mentalidad, da la vuelta a la tortilla llegando a ellos de otro modo. Evita que tus hijos huyan de ti, cambiando su contraseña para impedir que la descubras y compartiéndola con sus iguales, sin considerar el peligro que ello supone. Es aconsejable el empleo conjunto de las redes desde los inicios, tanto para cuestiones de índole académica como de ocio.
- Limita. Enseña a navegar, a discernir las fuentes de información fiables versus las que no lo son tanto, vigila los contenidos y la adecuación de los mismos. Del mismo modo, establece un horario razonable, limitando el tiempo de conexión.
- ¡Conecta y desconecta! Fomenta el diálogo familiar creando espacios de comunicación en casa (por ejemplo, marginando un poquito el móvil durante las comidas familiares). ¿Y el “desconecta”? Anímale a practicar deporte, salir con sus iguales, disfrutar de una buena película o en libros que puedan ser de su interés… de nada sirve decir bye bye a las redes virtuales si no se les facilita una alternativa atractiva.
- Ponle el cinturón. Al igual que educas para que tomen precauciones y no frecuenten determinados sitios a ciertas horas, la red también esconde sus peligros. De ahí, la necesidad de inculcar medidas de seguridad para navegar de forma segura.
- Por último, y no por ello menos importante, ¡muéstrate accesible! Ve tejiendo lazos de confianza para que ante cualquier sospecha, amenaza o preocupación que pueda surgir durante su tiempo de navegación, puedan acudir a ti como figura de ayuda y protección.
Nos encantaría seguir sumando, pero ¡ha llegado el momento de despejar un ratito y permitirte ese tiempo de desconexión que tan importante nos parece! Ya sabes, apaga tu dispositivo electrónico y embárcate en una conexión contigo y tu alrededor ¡aquí y ahora!
Terapia presencial y online.
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