Este año uno de los libros de autoayuda que he encontrado más interesantes, claro y sencillo es “Cuestión de Límites”, de Nedra Glover Tawwab.
En este libro aborda qué son los límites saludables, cómo detectar si tenemos relaciones saludables o tóxicas a causa de estos límites (con uno mismo y hacia los demás), patrones de aprendizaje de éstos y cómo podemos ir poniendo límites para sentirnos mejor con nosotros mismos y con las relaciones que mantenemos.
Uno de sus capítulos está dirigido a los nueve motivos por los que nos puede costar poner límites en nuestras relaciones, ¿te identificas con alguno?
1. Miedo a ser cruel
Ocurre cuando se asume que lo que se dice al otro se entenderá de forma malintencionada. Sin embargo, no es posible saber qué considerará la otra persona como cruel y estamos dando por hecha la interpretación que hará la otra persona.
Esta forma de pensar suele confirmar las “sospechas” respecto a la dificultad para poner límites. Se tiende a callar, no decir lo que se piensa o decirlo de forma indirecta, lo que lleva a sentirnos frustrados o enfadados.
¿Y si te das una oportunidad para comprobar su reacción real?
2. Miedo a ser borde
Es importante CÓMO se verbalizan los límites.
Tendemos a asumir que solo podemos decir lo que esperamos gritando, maldiciendo o discutiendo. Esto suele ocurrir cuando llegamos a un punto en el que hemos esperado demasiado para poner los límites necesarios, nos sentimos quemados y agotados.
En cambio, si eres proactivo, no vas a llegar a ese punto y podrás comunicar los límites con respeto. Es importante anticiparse, para ello es fundamental tener claro qué es lo que esperas de esa relación y qué límites quieres establecer.
3. Te gusta complacer a la gente
Lo más difícil de ponerse límites es aceptar que habrá gente a la que no le van a gustar o que no los entenderá ni aceptará.
A todos nos gusta caer bien, sin embargo, cuando se ponen límites una consecuencia será que algunas personas les cueste aceptar dichos límites. Sin embargo, esto también es una ventaja. Convierte la asertividad en una especia de radar de relaciones saludables, quienes los respeten y valoren, te estarán respetando y valorando a ti también. Si no los respetan; los transgreden, pasan de ellos o los minimizan o ridiculizan, pueden ser relaciones no satisfactorias ni saludables a largo plazo.
Es fácil obsesionarse con lo que deben pensar o sentir los demás, se quiere dar una imagen bondadosa y útil. Su mayor miedo consiste en caer mal, aunque pasa factura si no poner límites.
4. Miedo o ansiedad al pensar en las interacciones después de poner un límite
El miedo es “a partir de este momento, la relación será rara”.
Ojo aquí porque puede recrear un efecto conocido como profecía autocomplida. Esto es que mis expectativas e ideas por lo que va a suceder, hacen que yo cambien mi forma de comportarme (ej: pienso que la relación se va a enfriar, que la otra persona me guardará rencor. Entonces me distancio, cambio mi forma de comportarme con esa persona confirmando con mi propia conducta el miedo que tenía; no por que se dé ese cambio sino porque lo estoy facilitando yo mismo).
Entonces, manifiesta un límite y mantén una actitud normal. No puedes controlar cómo reciben los demás tu petición, pero sí elegir cómo comportarte acto seguido de un modo saludable.
Ese nivel de normalidad ayudará a que el resto de encuentros sean saludables, cumple con tu parte y sé el modelo de conducta que te gustaría ver en la relación.
5. Impotencia
No sabes si te ayudarán los límites.
Asumes que aunque pongas un límite no se te hará caso. Tienes en mente el peor escenario posible y te obsesionas con que establecerlo nunca te va a ayudar.
Sigamos el método científico, si aplicamos las mismas fórmulas, obtendremos las mismas soluciones. Darnos múltiples oportunidades, incluso fallando, nos permite aprender y mejorar en nuestra habilidad de poner límites ganando efectividad.
6. Creer que tu valor depende de la ayuda que das a los demás
“Ya pero es que me gusta ayudar”.
No es incompatible ayudar y tener límites, de hecho es más saludable y plausible a largo plazo para esas relaciones. Así se puede mantener las conductas de ayuda sin quemarse.
7. Proyectar lo que sientes cuando alguien te dice que no a ti
Se detesta recibir un NO de tal manera que se evita decir que no a los demás. Es normal que no te guste esa negativa pero también es normal y saludable que te lo digan en ocasiones, es una señal de que la otra persona también tiene límites saludables.
Si aprendes a gestionar lo que sientes ante un NO, serás más empático cuando establezcas tus límites.
No asumas que sentirán lo mismo que tú, deja que la gente responda antes de asumir cómo se va a sentir. A lo mejor están abiertos a tus límites.
8. No sabes cómo empezar a poner límites
Hay que empezar poco a poco, si llevas mucho sin establecer límites es normal que no tengas un gran repertorio. La práctica hace al maestro, no seas juicioso o crítico contigo mismo durante el proceso. Fallar es normal y enriquecedor. Háblate con cariño.
9. Creer que hay relaciones en las que no se podrá poner límites
“No puedo decirle a mi madre/padre/amiga…”.
En cualquier relación podemos poner límites. Es cuestión de saber cómo ponerlos. Difícil no significa Imposible.
Por otro lado, cuando ponemos límites estamos también mandando otro mensaje: precisamente porque me importas tú y nuestra relación, estoy tratando de mejorar y mantener la relación sana, es mi forma de cuidar y mostrar cariño.
Referencias: