En el presente artículo, contemplaremos los procesos de separación y divorcio en los que existe la presencia de hijos menores. Antes de comenzar, conviene destacar que por cuestiones meramente prácticas, nos referiremos a “separación” o “divorcio” indistintamente, queriendo reflejar la ruptura entre ambos miembros de la pareja, independientemente del proceso en el que se encuentren.
En los procesos de separación, no solo los progenitores resultan afectados, sino que también los más pequeños pueden ver amenazado su bienestar psicológico. El divorcio en sí no genera efectos nocivos, sino que son los aspectos contextuales negativos que lo rodean (por ejemplo, procesos contenciosos) y propios de la relación parental (como un alto nivel de conflicto y reacciones agresivas), los que pueden amenazan el bienestar de los más pequeños.
De hecho, se encuentran mayores dificultades de adaptación entre los hijos cuyos padres permanecen juntos con un alto nivel de conflictividad, frente a los que pertenecen a familias de padres divorciados con menor grado de conflicto. Debemos ser conscientes de que generalmente, la ruptura conyugal supone una decisión tomada con miras a poner fin a una situación familiar conflictiva para pasar a una nueva más armoniosa, en la que se recupere el bienestar psicológico de todos los miembros de la familia.
Así, las consecuencias asociadas al divorcio entre los menores dependerán en gran medida de la gestión del mismo por parte de los progenitores, por lo que su papel es fundamental. De ahí la importancia de colocarse las gafas de las necesidades de la infancia y situar a los más pequeños en el punto de mira.
Como padres, conviene tener en cuenta que el divorcio implica una ruptura matrimonial pero no parental; por lo tanto, en sus manos recae la responsabilidad de que los problemas entre adultos, no “salpiquen” el bienestar del menor. Al fin y al cabo, “ser padre” puede ser considerado un “trabajo” más, cuyo “contrato” permanece a pesar de la ruptura de la relación de pareja, dado que los hijos no se han divorciado de sus padres.
La investigación muestra que el factor de riesgo más relevante para un buen ajuste postdivorcio entre los menores es la conflictividad parental; por lo que resulta prioritario trabajar las habilidades para transformar el conflicto destructivo en constructivo. Por otro lado, factor de protección más destacado es la co-parentalidad, de ahí la insistencia de los profesionales para poner en marcha habilidades que favorezcan la colaboración parental, reduciendo significativamente el nivel de conflicto.
A continuación, te facilitamos diferentes pautas para que puedas tener en cuenta los “síes” y “noes” más recomendables en situaciones de divorcio:
“SÍES”
- Transmitidles tanto con palabras como con acciones que “aunque papá y mamá ya no puedan vivir juntos”, seguís queriéndolos y responsabilizándoos de su cuidado.
- Facilitad explicaciones adaptadas a su edad para facilitar la comprensión de la situación.
- Generad espacios de diálogo en los que se favorezca la ventilación y validación emocional. Ayudad a vuestros hijos a expresar emociones (especialmente de ira, decepción y tristeza por la situación), validadlas y normalizadlas. Resolved sus dudas y preocupaciones.
- Desculpabilizad a los menores, dejad claro que se trata de una decisión que pertenece a los adultos, quienes son responsables de la misma.
- Reflejad el apoyo incondicional desde una figura de seguridad y protección.
- Sed realistas con las expectativas, ajustad su esperanza de reconciliación.
- Mantened a los menores al margen del conflicto entre los adultos.
- Hablad tanto de las dificultades como de las ventajas de tener “dos casas”.
- Asemejad normas, límites y rutinas en ambas casas, reduciendo la confusión y promoviendo su cumplimiento. Acordad las consecuencias a la conducta (premios y castigos) de forma inmediata, proporcional y consecuente, habiendo llegado a acuerdos previamente con el otro padre. Sed congruentes entre lo que se dice y lo que se hace.
- Promoved la estabilidad de los menores, reduciendo al máximo, los cambios innecesarios en la vida de los niños (ejemplo: colegio, actividades extraescolares).
“NOES”
- No habléis mal o hagáis comentarios sutiles desafortunados sobre el otro progenitor en presencia de los menores.
- No instrumentalicéis a vuestros hijos.
- No empleéis al menor como vigilante o espía.
- No instéis a vuestros hijos a elegir o posicionarse con uno de los progenitores.
- No descuidéis las necesidades de vuestros hijos por encontraros centrados en las propias en estos momentos tan críticos. En caso de dificultades, no dudéis en pedir ayuda.
En conclusión, la guerra entre ambos padres no contribuye a atracar en un buen puerto. Como se ha abordado a lo largo del artículo, existe una ruptura de pareja pero no de familia en cuanto a la paternidad se refiere. Es por ello que los progenitores deben tener presente que como padres, continúan formando parte de un mismo equipo. O todos ganan o todos pierden, la portería en la que tienen que meter gol es la misma, la del bienestar de sus propios hijos.