Cuando escuchamos o leemos un titular como este, casi todos pensamos que se trata de un proceso o estrategia negativo. Sin embargo, son numerosos los estudios realizados que demuestran que las personas usamos con mayor frecuencia de la que creemos el autoengaño.
Suele asociarse el autoengaño con una especie de ceguera ante los hechos evidentes para la persona involucrada en este proceso. El autoengaño, aunque no lo parezca, tiene una funcionalidad no siempre nociva.
Una de las principales funciones del autoengaño es generar un sesgo positivo para la persona. Es decir, al compararse o interpretar un rendimiento en algún aspecto, estimarse mejor de lo que realmente es.
¿Es siempre negativo?
El autoengaño, por ejemplo, puede servir para mantener la motivación en actividades en las que una evaluación realista provocaría el abandono de la misma.
Un ejemplo habitual puede verse en las oposiciones o en la consecución de grandes metas, seguramente los primeros intentos y aproximaciones se queden lejos de los objetivos. En estas situaciones, cierto autoengaño, sostiene a la persona en la persecución de sus metas.
Posibles funciones adaptativas del autoengaño
Estabilizar la autoimagen
La identidad de la persona se conforma por multitud de facetas y rasgos o caracteres que se consideran propios. Algunos son “periféricos” o “aditivos” mientras que otros rasgos se consideran “centrales” o totalmente definitorios para la persona.
El autoengaño es una estrategia habitual cuando se percibe que una circunstancia amenaza los rasgos centrales o fundamentales de la identidad. Es un mecanismo de protección.
Es importante tener en cuenta que para que se genere un cambio a un nivel profundo, la persona ha de sentirse segura, por eso en circunstancias adversas suele darse esa “ceguera” a la persona que vivencia la situación problema.
Reducir la incertidumbre
También sucede que, teniendo pruebas tangibles, la persona no percibe la misma situación que un observador externo. Esa “ceguera” se mantiene.
Esto resulta porque la persona interpreta la información conforme a su convicción identitaria fundamental (“ser buen estudiante”, “trabajador ejemplar”, “marido/mujer fiel”…).
Dos formas de racionalidad
La teoría del procesamiento racional dual indica que se puede valorar las situaciones y problemas de modo intuitivo o analítico.
Ante situaciones neutras se aplica una estrategia analítica. En cambio, ante situaciones personales, se usan estrategias de valoración intuitivas.
Es un intento de disminuir la discrepancia entre las convicciones que tenemos (sobre todo a nivel de identidad) y las sospechas o hechos que la contradicen.
Referencias:
Revista Mente y Cerebro. Nº 67/2014. El autoengaño. Albert Newen y Gotfried Vosgerau
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