Al fin llego a casa, ha sido un día largo, estresante, con un ambiente tenso en el trabajo. La verdad es que en breve tengo que ponerme a gestionar cosas de la casa y de la familia, me angustia un poco, parece que no puedo parar, ¡qué rabia! ¡yo sólo quería descansar!
Venga, me voy a tomar un café, meriendo y repongo fuerzas. Unas galletas, ¡genial!. Mira, embutido, un poquito también, igual un poco más de leche, anda, si tenemos pipas también…
Ay, qué empacho, igual me he pasado un poco. Sin embargo, parece que la presión en el pecho, la angustia en el estómago y la tensión en general han disminuido.
Como en nuestro ejemplo, es probable que alguna vez hayas experimentado una sensación de hambre repentina e intensa, difícil de controlar y asociada a momentos de estrés, tristeza, rabia…. Te sorprendes porque has comido más de lo esperado, incluso con cierto malestar por ello.
Son muchos los estudios que relacionan los estados emocionales con los patrones de alimentación y su efecto en nuestra salud, tanto a nivel físico como anímico.
La Ingesta Emocional hace referencia al patrón de alimentación que se realiza para paliar un estado emocional desagradable.
A diferencia del hambre “normal” o “natural”, llamada hambre fisiológica, que es la que se da cuando nuestro cuerpo nos manda señales para recuperar energía.
Os proponemos indagar acerca del funcionamiento del hambre o ingesta emocional, ya que normalmente, es un proceso que se ha aprendido de forma espontánea y se realiza de forma natural, lo que dificulta la toma de conciencia del problema.
¿Qué pasa exactamente?
Primero, aparece un estado emocional desagradable (cansancio, rabia, tensión…), le sigue la sensación de “antojo”, como un hambre repentina y urgente, “necesitaba tomar algo”. Suele ser de forma impulsiva, sin mucho control.
¿Qué alimentos suelen tomarse?
Malas noticias, no suele darnos por el brócoli. Sobre todo, se consumen alimentos altos en calorías.
¿Por qué este tipo de alimentos?
Porque nuestro cuerpo es más inteligente de lo que pensamos, sabe seleccionar de forma natural los alimentos que requieren mayor esfuerzo para ser digeridos.
Elige estos alimentos porque para hacer la digestión necesitamos activar el Sistema Nervioso Autónomo Parasimpático (SNAP). Oh sí, ¡nuestro cuerpo ha estudiado! El SNAP se encarga de activar respuestas de relajación y tranquilidad, necesarios para realizar la digestión.
Casualmente, el SNAP es incompatible con el Sistema Nervioso Autónomo Simpático (SNAS), que es el sistema que se encarga de las respuestas emocionales intensas como la ansiedad, la rabia, la soledad, tensión muscular, taquicardia…
Resultado
A raíz de la ingesta repentina e intensa que realizo, se sobreactiva el SNAP (el de la relajación) y, por consiguiente, nos sentimos más calmados y “mejor”, más bien aliviados, porque el malestar se ha ido o ha disminuido.
La trampa de este mecanismo está en que, si bien funciona de forma inmediata, en el medio y largo plazo no ha habido una gestión emocional eficaz por lo que se tiende a repetir el proceso anterior si no aprendemos nuevas formas de regulación.
Como consecuencia, cada vez que me encuentro desbordado/a, recurro a la comida como elemento de regulación emocional y alivio pero, con el paso del tiempo, no avanzo con mis problemas, empiezo a tener sensación de descontrol en las comidas, puede que engorde, que mi salud empeore, mi autoestima baja….
No obstante, se trata de un aprendizaje y podemos generar nuevas rutas de gestión emocional más adaptadas a cada persona y situación.
El Viso Psicólogos tenemos un equipo con formación y experiencia para poder ayudarte con este y otros problemas siempre que lo necesites, puedes consultarnos con total confianza. La terapia psicológica ha demostrado científicamente su eficacia y precisión.
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