Hace cinco años que paré de escribir, y cinco años hace que dejé de exponerme al mundo. Dejé de contar las aventuras de la loca Miss Z con su punto de crítica y de hacer, en cierta manera, auto-terapia. Así pues, sin importar lo que puedan pensar algunos lectores en general y mi circulo en particular, I’m back.
Los que más me conocen sabrán que en cinco años me ha dado tiempo a vivir millones de cosas, no tengo muy claro si tengo alguna tendencia a desbaratar o sabotear mi vida pero, gracias a Dios, siempre me he recompuesto. En cinco años, me ha dado tiempo a; independizarme del nido familiar, echarme un novio formal, convivir con dicho novio formal, ponerme enferma, casi casarme, tener un perro al que trato extrañamente como si fuese mi hijo y, cuyo valor considero superior al de algunos humanos, encontrar un ansiado trabajo nuevo y separarme. Algunos de estos acontecimientos, en un espacio corto de tiempo, hacen que una pierda la cabeza y, en ocasiones, se le llene de pajaritos muertos.
¿A qué le llamo yo “pajaritos muertos”? Al miedo. Sí, al miedo y a todas sus consecuencias devastadoras en la persona y en la vida de uno. A las decisiones que uno toma por temor, desesperación, o la impaciencia a acostumbrarse a una nueva situación. Y así me pregunto, ¿Qué es el miedo? El miedo es lo que nos provoca la incertidumbre y/o tener que salir de nuestra zona de confort, nuestras rutinas y todo aquello de lo que nos quejamos, pero que, en el fondo, nos gusta que se suceda de la misma manera día tras día.
Cada fin de año, uno acaba harto de leer por todos lados listas de propósitos, así como unas sugerencias para que puedas tener propósitos en caso de duda o bloqueo metal. Entre todos los mensajes, aparentemente motivadores, siempre está esa frasecita, que este año he escuchado hacia mi persona como veinte millones de veces, y aún seguimos en Enero. Cito, “año nuevo, vida nueva, ¿ehhh?”.
Con el año nuevo, la recién separada, tenía una situación interesante; treinta años, sin su hijo-perro de valor incalculable y en casa de sus padres. La verdad que uno siempre piensa que como en casa de sus padres uno no estará en ningún lugar, pero la realidad era que yo me sentía en tierra de nadie y más fracasada que nunca. Y para colmo, todo el que me encontraba, me soltaba “la frasecita”.
Me vi obligada a que mi respuesta fuese un.. “ehmm jejeje sí…” junto con una sonrisa algo forzada.
Ante esta situación novedosa, y un futuro totalmente incierto, me dispuse a buscar un apartamento. En mi mente estaba la gran Carrie Bradshaw de Sexo en Nueva York con una nueva imagen, vida social infinita y hombres suspirando a mi pies a cada paso que daba por la calle. Era estupendo estar por las nubes, las hormonas seguro tenían mucho que ver, y finalmente, encontré mi nuevo nido. La verdad es que estaba pletórica, me pasé una semana limpiado mi nueva casa, pintando, montando muebles y todo ese largo etcétera con largas jornadas y atuendos sin glamour.
La primera noche llegó, dormí regular tirando a mal. El primer domingo en “modo ameba” llegó, y sentí un despertar. La primera tarde tras el trabajo también llegó, y me senté en el sofá. Podía sentir el silencio, y digo que lo sentía porque estaba empezando a caer de aquellas nubes rosas. Como todo llega en esta vida, llegó el primer día de hacer la compra sola. No es que nunca hubiese hecho la compra sola, pero sí llevaba cuatro años haciendo compra para dos, cocinando para dos, eligiendo entre dos. Lo cierto es que tuve que salir de Carrefour ante un inminente ataque de ansiedad, dado que tampoco sabía donde estaba cada cosa y mi mal humor crecía proporcionalmente a mi ansiedad.
Sabía que la vida nueva era la situación que yo quería y había elegido, pero ante mi nueva rutina general, incierta por aquel momento, y de como sería mi nuevo todo estaba entrando en terror absoluto. Me hacía preguntas como, ¿Me voy a sentir sola? ¿Tengo amigos? ¿Y si me muero en casa y nadie se entera? Mis padres no tenían llaves aún… Saldría en las noticias…!! A lo que llamo “el auto-sabotaje”. Y entonces, vas más allá, e intentas buscar algo o a alguien que te haga creer que vuelves a tu antigua situación, sin entender que lo que tienes que hacer es evolucionar, porque eres capaz.
Para llegar al tope del cumulo de riesgo de tratar de volver al amor o “al no amor”, una buena tarde me desmayé. Cuando desperté, estaba sola y pensé… “Ahora qué hago”. Llevaba cuatro años haciendo la misma llamada cuando algo me pasaba, esta vez no sabía que hacer, a priori. Pero ese día, hice lo que tenía que hacer, secarme el sudor, respirar hondo muchas veces y volver a mi casa, sola. Una vez en ella, me alegré porque me demostré que yo misma era la mejor elección que por fin había tomado.
Hoy, ya no tengo tanto miedo y mañana tendré un poquito menos, porque veo que puedo, y que realmente no soy Carrie Bradshow, soy Miss Z. Y me encanta.
Sé a ciencia cierta que hay otras muchas personas que viven la misma situación que yo hoy, y expongo mi corazón y mi interior para animaros a que os elijáis a vosotras mismas, a vuestra felicidad y vuestro cuidado. A la valoración personal, sin necesidad de aprobaciones externas, porque cada una de nosotras somos estupendas, querámonos por encima de todo, sabiendo que en la vida habrá momentos malos… pero sólo es para aprender a valorar los buenos.
Dedicado a MIS AMIGAS.
XoXo
Miss Z