Alan Watts, filósofo, se refería a la Ley de la Retrocesión como la idea en la que, cuanto más persigues sentirte bien todo el tiempo, más insatisfecho estarás, pues perseguir algo solo refuerza el hecho de carecer de ello.
¿Alguna vez te ha pasado que cuando algo deja de importarte tanto, sale mejor? ¿Has notado cómo, a veces, cuando bajas la tensión y alerta todo parece alinearse? ¿Qué sucede en esos casos?
Lo interesante sobre esta proposición que hace Watts es que habla de una reversión: Si perseguir algo positivo es negativo, entonces perseguir lo negativo genera lo positivo…. ¿QUÉ?
Es un enfoque que suele descolocar, el paradigma predominante las últimas décadas promovido desde la industria de la autoayuda se basa en dos ramas:
1) Dejar de sufrir
El problema de esta premisa es que no existe garantía alguna de que dejemos de sufrir, no existe una vida con carencia de adversidades, tener problemas, dificultades y conflictos es inherente a la vida, surgen.
La cuestión no es alejarse de los problemas, inevitablemente aparecerán de nuevo antes o después, sino encontrar aquellos con los que podemos lidiar satisfactoriamente, que esos problemas y malestares tengan un sentido.
Si haces ejercicio habrás tenido agujetas y cansancio ¡qué desagradable! Pero si te permites ese malestar, ese dolor se traduce en una mejora en la salud, energía y forma física. Los fracasos en los negocios, proporcionan mejor entendimiento de lo que es necesario para tener éxito. Trabajar en nuestras inseguridades, paradójicamente, nos hace desarrollar dichas habilidades y sentirnos más seguros. El dolor de una conversación incómoda cimienta la confianza… En síntesis, el desarrollo necesita de la dosis justa de malestar.
2) Ser feliz
Puede que cuestiones el razonamiento anterior: “también hay épocas en las que tenemos menos problemas y evidentemente eso me hace sentir mejor”. Sí.
Entonces suele aparecer la segunda, “tienes que ser feliz” del que hablamos en nuestro anterior blog (la trampa de la felicidad)
Permitir el malestar en nuestras vidas
Normalmente, lo que “vale la pena” en nuestra vida está asociado a la superación o tolerancia de la experiencia desagradable asociada. Evitar el sufrimiento es una forma de sufrimiento. Evitar los problemas es un problema. La negación del fracaso es un fracaso.
El dolor es un hilo que forma parte de la tela de la vida e intentar separarlo no solo es imposible sino destructivo: intentar arrancarlo también deshace todo lo demás. Pretender evitar el dolor es darle demasiada importancia, sin embargo, si logras tolerarlo y aceptarlo, será menos invalidante, permite continuar nuestros propósitos vitales sin lastrar o bloquear.
Superar la adversidad, la disposición de encontrarse frente a frente con el fracaso y darle un espacio. Permitirnos el fracaso, el error, hacer el ridículo… esto es lo que permite continuar, saber que se realiza algo más importante que uno mismo, que los propios sentimientos, pensamientos, orgullos y egos. Reservamos la importancia para lo que de verdad posee valor; amigos, familia, propósitos (y cualquiera que sea fundamental para ti) en lugar de depositar la importancia en la necesidad de dejar de tener sensaciones, emociones y pensamientos desagradables.
Referencias:
El Sutil Arte de que (casi todo) te importe una mierda. Mark Manson