Hoy en día, vivimos expuestos a mucha evaluación externa por medio de redes sociales y estamos observando como incrementa la necesidad de mostrarse como una persona de éxito, lo que se relaciona directamente con procesos de autocrítica al compararnos con otros y con el estado de nuestra autoestima.
Existe una corriente de creciente autoexigencia y polarización de relatos que dan lugar a posicionamientos tales como “ser exitoso o fracasado”, “ser autoexigente o ser vago”, “personalidades tóxicas”, en los que se retratan determinadas características y habilidades personales como buenas/malas y predictoras del éxito/fracaso.
Finalmente, estos discursos tienen un impacto en nuestra salud mental y autoestima, generando estados de tristeza, desesperanza, sentimientos de incapacidad o de insatisfacción constante.
SI NO TE GUSTA, CAMBIALO
Aunque parece un buen slogan, genera la creencia de que presionándose de esta manera se conseguirán los cambios que harán “sentir mejor”, “ser válido”, “ser querido”.
La paradoja: la autocrítica suele hacer que la persona se flagele con aquellas características “despreciables” que detecta (generando rabia, tristeza, frustración e impotencia). Esto suele atascar a las personas en bucles negativos.
No aceptar que eres quien eres hace que, sin darte cuenta, estés todo el rato queriendo cambiar o “que no se note” para agradar a los demás, con lo que se establece más aún la idea de que no se es digno de afecto sin ese disfraz o ese cambio.
Es importante recalcar que no existen evidencias reales acerca de que unos rasgos de personalidad, una capacidad o habilidad X sean garantía de éxito laboral, económico, social… etc.
QUERER SER EXITOSO
Ya, pero no quiero ser conformista, aspiro a ser mi mejor versión. Quiero tener éxito en la vida.
La presión y evaluación a la que estamos expuestos, interna y externamente, ha creado la sensación de “tener que ser exitoso”.
Si te paras a pensar un momento, ¿por qué quieres a las personas que quieres? ¿Quiénes son? ¿Qué hacen?
Es muy posible darse cuenta de que esas personas poco tienen que ver normalmente con sus éxitos. Este afecto, vínculo o amor se nutre de cuán bueno, correcto, fuerte, inteligente, delicado… sea quien queremos, se nutre de su sola existencia ya que cada persona tendrá una combinación única, lo cual contradice la idea o creencia de que solo X formas de ser o actuar garantizarán el éxito.
BUENA AUTOESTIMA, ¿QUÉ ES?
La verdadera belleza de cada uno, no se inventa ni se construye, se descubre y se comparte, sólo así se consolida el cambio.
Una relación sana con uno mismo implica darse cuenta de la propia dignidad y valor, así como el desarrollo de pensamientos y sentimientos buenos con uno mismo.
Una buena autoestima no consiste en pensar que se es fantástico en todo negando muchos aspectos de la realidad (como también hace una autocrítica ciega), sino en reconocerse tal cual se es y sentirse satisfecho y orgulloso de eso, aún cuando pueda decidir trabajar en aquellas áreas más grises.
Por tanto, la buena autoestima trata de sentirse digno y válido incluyendo aquellas características que se quieran modificar, éstas no restan valor a la persona.
PRACTICAR EL EQUILIBRIO
Por tanto, parece que no se trata tanto de éxito sino de ser válido o querido por uno mismo y por los demás.
Cuando admiras o quieres a una persona, ¿Qué haces por ella? ¿Cómo la tratas? Te animamos a hacer una pequeña lista.
Ahora pregúntante, ¿Cuántas de estas cosas haces por ti? ¿Para ti? ¿Contigo mismo?
Demasiadas veces creemos que para ser dignos de amor debemos poseer destrezas extraordinarias. Pensamos que para que alguien quiera prestarnos atención o escucharnos con interés, deberíamos haber conquistado saberes o talentos deslumbrantes.
El mejor compañero de viaje no es aquel que todo lo sabe o todo lo puede, sino aquel que e atreve a ser como es y te invita a compartirlo. La belleza de las personas no radica en cuánto se asemejan al modelo imperante de hombre/mujer atractivos, sino en su decisión de mostrarse auténticamente como son.
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