“La hora de dormir es una batalla”
“Tarda una hora en dormirse”
“Lo hemos intentado todo pero no se duerme”
“Se levanta todas las noches”
“Viene a nuestro cuarto y duerme con nosotros”
“Siempre ha dormido mal”
En consulta, es habitual encontrarnos con padres que nos relatan estas situaciones que se resumen en “mi hijo no se duerme”.
Es habitual ya que los estudios realizados calculan que un 35 por ciento de los niños menores de 5 años sufren problemas de insomnio, es decir, tienen problemas a la hora de acostarse, conciliar y/o mantener el sueño.
El insomnio infantil tiene repercusiones en los niños: a nivel del desarrollo (el sueño estimula la hormona del crecimiento o el desarrollo de funciones como la atención), en su estado de ánimo (siendo más irritables y menos afectuosos al no descansar), en su aprendizaje (ya que el sueño ayuda a la consolidación de recuerdos y habilidades) y un largo etcétera en su salud.
Es más, en muchas ocasiones los motivos de consulta se disuelven una vez que el niño/a comienza a dormir mejor.
También tiene consecuencias para los padres, que tampoco pueden descansar satisfactoriamente y, casi siempre, ven reducido su tiempo como pareja, ¡es momento de estar alerta!¡la batalla comienza!
Por estos motivos, el momento de irse a la cama suele convertirse en una pista circense en la que cada noche se intenta algo diferente, pero nuestro hijo sigue sin querer acostarse y/o se despierta tres, cuatro, cinco y muchas veces más en una misma noche.
Además, es curioso observar la existencia de una falsa creencia muy extendida en nuestra cultura -es normal que un niño de más de 6 meses se despierte varias veces por la noche requiriendo la presencia de su padre o su madre en su habitación (bien porque llora, «Tengo sed»,«¡Mamááá!», etc)-. Sin embargo, no lo es. Cumplido el primer medio año de vida, a lo sumo 7 meses, un niño ha de ser capaz de dormirse solo, en su propio cuarto y a oscuras, y hacerlo de un tirón (unas 11 o 12 horas seguidas).
Y es que, aunque nos pueda parecer sorprendente, no nacemos sabiendo dormir bien, sino que aprendemos a hacerlo. Lo que sucede es que este aprendizaje suele producirse de una forma natural, sin que padres e hijos se den cuenta de ello.
En el 98 por ciento de los casos el insomnio infantil tiene su origen en un hábito mal adquirido, por lo que es conocido como Insomnio Infantil por Hábitos Incorrectos (IIHI) y es el trastorno del sueño infantil más frecuente. Suelen aparecer muy rápido afectando a bebés con meses de vida y persistir hasta la pre-adolescencia y adolescencia e, incluso, llegar a ser crónicos.
Por tanto, lo que sucede es que nuestro hijo no ha adquirido el hábito de dormir bien todavía. Al ser una habilidad que se aprende, siempre estamos a tiempo de corregir y enseñar dichos hábitos.
Estudios basados en la evidencia demuestran que los tratamientos psicológicos conductuales son el tratamiento de elección en estos casos, ya que ayudan a reducir las resistencias que presentan los niños para irse a la cama y los despertares nocturnos con la incapacidad de dormirse otra vez solos.
Referencias:
Estivill, E. Insomnio infantil por hábitos incorrectos. Rev Neurol. 2000; 30 (2): 188-91.
Estivill E, de Béjas S. Duérmente, niño. 19ª ed. Barcelona: Plaza & Janés, S.A.; 2009.
Estivill E, Segarra F. El insomnio infantil por hábitos incorrectos. Clínica del Sueño Estivill, USP Instituto Universitario Dexeus y Hospital General de Cataluña.