A lo largo de la vida, tendremos tanto éxitos como fracasos. De primeras, no solemos abrirle la puerta al fracaso y regalarle una sonrisa de bienvenida de oreja a oreja; pero lo cierto es que en función de cómo lo recibamos, nos podrá destruir o fortalecer.
¿Estás interesado/a en la segunda opción? Sigue leyendo:
1. De-fusiónate del fracaso. No te identifiques con el mismo. Aprende a separar: tú no eres el fracaso, sino que eres una persona ha tenido un fracaso, error o caída. En lugar de decirte “soy un fracasado”, indícate “he tenido un fracaso” o “he cometido un error”.
2. Cuida tu diálogo interno. Practica una mirada compasiva, desde la validación y normalización. Nadie nace aprendido, el aprendizaje es una carrera de fondo y las caídas forman parte del proceso.
Te muestro algunos ejemplos:
– Netflix fue rechazado por Blockbuster.
– Facebook fue rechazado por MySpace.
– Google fue rechazado por Yahoo.
¿Dónde están ahora Netflix, Facebook o Google? La próxima vez, en lugar de perderte en un bucle de pensamientos destructivos culpógenos, generadores de frustración y finalmente, de abandono; te propongo sustituirlos por un diálogo interno más autocompasivo, desde la aceptación (¡ojo! aceptar no implica conformarse) y reorientación a la acción “con cariño”. Por ejemplo, empleando el mantra: “he hecho lo que he podido, la próxima vez lo haré de otro modo, seguiré practicando”.
3. Observa el fracaso como oportunidad de mejora. El fracaso puede ser una oportunidad de crecimiento si te planteas: “¿qué podría haber hecho diferente?” “¿qué habilidades tengo que practicar para ello?” En definitiva, “¿qué he aprendido de esta experiencia?” Acompáñalo de la autoinstrucción de “lo tendré en cuenta para la próxima vez”.
4. Oriéntate a la acción: continúa practicando. Mira hacia adelante, no te quedes anclado en el pasado. Ten en cuenta que diste el paso de exponerte y de ello te has llevado herramientas. La evidencia científica demuestra que nos arrepentimos mucho más de las decisiones no tomadas, que de aquellas en las que actuamos y no sale como esperábamos. Siempre nos llevamos algo. Si no te hubieras enfrentado, a día de hoy, te encontrarías aún más atrás. Has incrementado la experiencia y el aprendizaje, ¡eso no tiene precio! Recuerda que el aprendizaje se sitúa en un continuo, cada error no es un retroceso… el tiempo avanza hacia delante, por lo que nunca volveremos al punto de inicio. Inevitablemente, nuestra mochila estará más cargada, ya que incorporará nuevas experiencias y aprendizajes.
Hacia delante seguimos, querido lector. ¡A seguir practicando!
Ahora sí, ¡un brindis por la belleza del fracaso! ¡Tchín, tchín!
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